Tengo 27 años, para algunos mi vida acaba de empezar, mientras que para otros ya soy un hombre al que llaman señor. No obstante, si algo peculiar tiene mi edad es que está dentro del grupo que se conoce como “millenials”, los cuales se caracterizan por tener una infancia analógica y una madurez digital.
Por ello, he tenido el privilegio de vivir los dos mundos y, al igual que hoy en día disfruto de las ventajas que me proporciona la tecnología, tengo guardados preciosos momentos de la infancia en la que era un inocente niño que pasaba los días jugando y explorando el mundo de ahí afuera. Uno de los momentos más entrañables y que guardo con más cariño es del día de Andalucía, el cual me gustaría compartir.
Este es un día señalado para los andaluces, en el que se conmemora la fecha en la que se celebró el referéndum para comenzar el proceso autonómico de la región.
El Día de Andalucía, por un andaluz más
Un 28 de febrero hace 20 años
Como la mayoría de los andaluces, recuerdo el comienzo del 28 de febrero con el típico desayuno andaluz, pan con aceite y sal. Un desayuno simple pero lleno de significado, debido al aceite de oliva virgen extra típico de esta tierra.
Durante el desayuno charlaba con mis hermanos y discutíamos por quién se quedaba con la rebanada más grande de pan, para lo que mi madre intervenía intentando mediar en el conflicto.
Recuerdo, disfrutar del día jugando en los campos que rodeaban el cortijo de mis abuelos, en Periana, dentro de la comarca de La Axarquía, en Málaga. Esos campos donde predominaba el cultivo del olivo y en los que también encontrabas otros árboles frutales, como el de la granda, la naranja o el famoso melocotón de la tierra. Entre juegos escuchaba la llamada de mi abuela, la cual me reclamaba para llevar a mi abuelo, el cual se encontraba en sus labores agrícolas, un zumo de naranja que acababa de exprimir. Lo encontraba entre los naranjos y se bebía el zumo exhausto, como si no hubiera un mañana.
Pasaba el día haciendo hoyos con un pequeño escardillo (herramienta del campo usada, entre otras cosas, para arrancar la mala hierba) que tenía, buscando insectos, tirándome por alguna cuesta con un viejo triciclo o llevándome alguna regañina por escaparme al río y volver mojado hasta la cintura. Siempre había algún entretenimiento, no había día que pasara allí y no tuviera algo que hacer, solo o involucrando a alguno de mis hermanos.
Al caer la noche, nos reuníamos toda la familia para ver todos juntos la mítica gala del día de Andalucía, disfrutando de las actuaciones musicales en una época en la que no había Spotify ni YouTube, por lo que veía la televisión con atención esperando a que actuara El Arrebato, Sergio Contreras o alguno de mis artistas favoritos del momento. Poco a poco iban pasando los artistas y yo me iba quedando dormido en el sofá con el calor de la chimenea, preparado para volver el día siguiente al colegio tras unas maravillosas vacaciones de semana blanca.
Era un día del que recuerdo con nostalgia y melancolía, a la vez que con felicidad y alegría, por haber podido disfrutar de los encantos de la naturaleza y de todo lo que, más allá de una pantalla, me ofrecía Andalucía.
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